POR UN CINE POSIBLE         


Raúl Ruiz y Jorge Teillier, 1970 - Fotografía por Jorge Aravena Llanca.


UN TRAGO CON RAÚL RUIZ.


POR CARLOS FLORESL DELPINO




Me llama Andrés Racz para decirme que concertó un encuentro con Raúl Ruiz en el bar El Club para las 21 hrs. A las 20:55 estoy entrando al local. Tras de mí viene Ruiz. Ha llegado también cinco minutos antes de la hora. Incluso ha traído un libro para leer por si llegábamos atrasados. El libro es de Ibáñez Langlois. Adentro, en el bar, está ya sentado Andrés Racz tomando un Whisky. Saludos y pedidos. Ruiz pide una cerveza Paceña que no hay. Cambia por una cerveza Corona. Yo pido un Tom Collins y Andrés otro Wisky.

No llevé grabadora siguiendo la idea de Truman Capote de que todo lo que se olvida es irrelevante. 


Ruiz es afable y fabulador, su aguzado ingenio, su erudición y la memoria que le permite recordar nombres y episodios del Chile que vivió hasta los 33 años, me sorprende y me entretiene. Hablamos de los muertos: Carlos Olivares, el Mono, el escritor con el que lo invité a Valdivia el año 68. Me invitaron como dramaturgo, recuerda, no como cineasta. Es verdad, pero tú ya habías hecho Tres Tristes Tigres, digo yo. Si, pero me invitaron como dramaturgo me reitera. Ruiz es preocupado por el dato extraño, pequeño, preciso. Dios está en los detalles, pienso, recordando la frase de un arquitecto.


Después hablamos de otro amigo muerto. El cineasta Norteamericano Robert Kramer Milestones (1975). Ruiz estuvo con Kramer en Lile dictando un seminario de Multimedia. Kramer solidarizaba con las luchas de los estudiantes, pero los estudiantes luchaban por los derechos de los robots, de las plantas. Ruiz cuenta que discutía con Kramer, que le insistía en que estos no son los mismos estudiantes de Mayo del 68, que las luchas ahora son otras: el derecho al suicidio, a la eutanasia, que ahora es distinto. 


Kramer era un fundamentalista. No tomaba antibióticos, por ejemplo. Quería vivir naturalmente. Finalmente murió de una gripe. Éramos muy amigos, pero yo no fui al funeral, me dice Raúl, porque me dio rabia. Nadie puede morir de gripe. Eso estaba bien en la edad media.


La conversación giró a otros temas. Hablamos del fuera de contexto en que se leen las cosas acá. De que faltan datos. Que nadie se junta. Que falta tiempo para hablar. Luego hablamos de la Provenza, de la lógica del idioma Provenzal. Del lenguaje de los Trovadores. Los que inventaron el amor leyendo versos de castillo en castillo. Raúl recita unos versos provenzales en el idioma original.


El amor es felicidad y peligro dice el poema. Ese amor inventado en el 1200 permanece hasta hoy como desquiciamiento, como salida de la lógica, como salida feliz de la norma y como peligro.

Pasamos a otro tema. Otro muerto, Henri Alekan, el director de fotografía de la bella y la Bestia. 


La hipótesis del cuadro robado, es la historia de un fotógrafo que es Alekan. En ese momento yo creí que estaba muerto, cuenta Ruiz. Pero después me contaron que estaba vivo y ahí lo conocí y filmé con el Coloquio de perros. 


¿ Cómo está Valeria ?  Bien . Sigue filmando. Más lento que yo pero más seguro. Ruiz filmará ahora una película sobre una novela de Saldman Rachdie. Su productor es Paulo Branco. Un portugués que produce a Wender, Tuner y Manuel de Olivera. Su músico será David Byrne.


Ruiz está en Chile filmando una de las diez películas que hace para el Ministerio de Educación. Filma con una cámara DVD con un solo lente.


Algunas escenas filmadas la semana pasada: Inauguración del Museo del Sándwich. Javier Maldonado, extraordinario actor presente en muchas películas de Ruiz, es el animador. Sobre una mesa larga se han instalado diferentes sándwiches típicos chilenos. Maldonado los presenta. El Honorable Barros Luco, dice Maldonado, carne con queso caliente. El leal Chacarero. 

El Chimilico, extinguido. El picoroco con pebre tomate, extinguido. El Villagra: charqui con huevo, extinguido.


Ruiz se para al baño. 


Raúl es un filósofo, me dice Racz en su ausencia. Filmemos una película con jóvenes, le digo cuando vuelve. Tu imagen está presente y mitificada en los jóvenes. Te citan, discuten tus teorías, ponen fotos tuyas en sus películas. 


Creo que si uno deja de ser mito empieza a ser odiado, me dice.

El ninguneo y el chaqueteo son el alimento de chile. Una frase de su amigo y vecino Waldo Rojas con quien almuerza todos los domingos. 


Por cierto, recordamos el episodio en que Waldo Rojas le pegó a Teiller en el salón de honor de la Universidad de Chile. Las fogatas que hizo Rojas prendiendo diarios y la intervención de Neruda a quien imita. Piensa que todo este bochornoso acontecimiento fue su culpa porque estuvieron tomando toda la tarde anterior y él los abandonó y se fue a acostar.Tomaban vino con huevo. Otra vez los detalles.


Es difícil volver a Chile, dice. Todos terminan mal. Hay que buscar la conexión. Rosita Renard y Claudio Arrau fueron adoptados por Martín Kraussel que era discípulo de Liszt y este de Beethoven. Eso hay que buscar, la continuidad de esos saberes.

Le recuerdo a Pierre Klosovsky con quien estuvimos una vez en Francia. ¿ Está olvidado ? pregunto. No, me dice. Está subiendo. El que se olvida es su hermano Balthus que con el tiempo delató su ingenuidad, lo que alegra mucho a Pierre Klosovsky que por lo demás está un poco ido.


Andrés Racz se para al baño.


Muy buena la película de Andrés, me dice Raúl. Villagra es extraordinario. Ruiz pide ahora un vino y nos favorecen con el happy hour. Unas empanadas y después unos sándwiches. Ruiz los conoce todos. Uno por uno. Incluso corrige al mozo que le llama Chemilico al sándwich de pan tostado con carne y huevo frito. Se llama Chimilico, dice Raúl.


Recuerdos del personaje que aparece al final de sin aliento que era un fascista que participó en varios golpes de estado en África. No nos acordamos del nombre. Por cierto aparece Pepe Román en la conversación y Javier Maldonado y Manuel Silva y sus amigos poetas. Hablamos de lo interesante que sería dar sus películas en Chile. El dice que hay que esperar el formato digital. Recordamos la película americana que filmó, la de las mujeres. Luego larga conversación sobre Proust. 


Era un hombre de clase media, dice Ruiz, tío político de Bergson.

Observador y conversador. Proust conversaba para observar. 
El que no conversa no puede observar. Bueno el no para de observar porque no para de hablar. Ruiz cuenta una historia más. La broma de unos estudiantes de medicina que le pusieron una pierna a una hermana de uno de ellos en la cama y luego descubrieron a la hermana con el pelo blanco y comiéndose la pierna sin emitir un grito. La verdad que a nadie se le pone el pelo blanco de susto, pero la imagen es buena. 

Nos acordamos de Godard. Ruiz dice que lo evita porque es un tipo jodido. Le gusta su cine pero lo encuentra muy fundamentalista.


Mantengo un desagrado y una molestia con los pijes, dice. Nos acordamos de varios pijes notables. Sergio Larraín, por ejemplo. El gran fotógrafo de Mágnum que lo dejó todo y ahora vive solo en el Valle del Elqui. Peor que eso me dice Racz, en Ovalle.

Aparecen los datos curiosos. Ruiz nos cuenta que Sergio Larraín fue el fotógrafo que inspiró a Cortazar. 
¿Cómo lo sabes? digo. Me lo contó Cortazar me dice con sencillez. Sergio era distraído e intruso y tomó unas fotos en las que descubrió algo parecido a un crimen. Esta historia la escuchó Cortazar y escribió Las Babas del diablo, el cuento del cual surgió Blow Up, la película de Antonioni.


Lo voy a dejar a su departamento de la calle Huelén donde vive su madre. Me da las indicaciones por donde debemos irnos. Me cuenta que en Japón estuvo en un club de haiku en el que los bebedores del bar cantaban medio borrachos, Malagueña.

Pienso en cómo será la despedida. Ruiz no es un sentimental. Llegamos al departamento de la Calle Huelén. Bueno, hasta la próxima me dice. Adios digo yo, que tengas buen viaje. Saludos a tus alumnos me dice, ya fuera del auto.


EPÍLOGO


Precisamente al otro día de nuestra conversación, se juntan en la misma mesa Ruiz, el actor Luis Alarcón, Andrés Racz e Ignacio Agüero.


Se come, se bebe, se conversa de todo. Ruiz canta los himnos de las campañas presidenciales de los candidatos Arturo Alessandri Palma, Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos, Carlos Ibáñez y Frei Montalva.

En dos días más viaja a Londres a entrevistarse con Salma Hyeck, a quien su productor le ha propuesto para la próxima película y de ahí a Sri Lanka e Islas Mauricio a ver locaciones.


“Que clase de tipo, pienso, no deja hueco para darle un picotazo.”






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